jueves, 4 de julio de 2013

He llegado a alcanzar el cielo con la punta de los dedos, ahora no me lo quites.

Y tú respiración en mi oreja mientras yo tengo mi mano enredada en tu espalda, esa que siento tan mía. Mi suspiro junto a la luna y tus labios en mi cuello. Mis ojos eran fuego y tu pecho el agua que lo calmaba. Qué cruel y enrevesadamente bonito era aquello que me hacía perder toda sombra de cordura.
Siento miedo del recuerdo, fiel enemigo que me acompaña allá donde vaya, que trae a mi memoria las marcas en mi piel, el olor de tu camisa y el sonido de tu risa.
¿En qué clase de droga te has convertido que sólo tengo sed de respirarte? Eres como esa heroína que claman mis venas y que me mueve por dentro.
Cigarro consumido que descansa en el cenicero. Quieta, mirando como su humo te envuelve. No sabemos parar, no podemos parar.
Insatisfechos era la palabra que nos describía. Avariciosa era la que yo tenia escrita en la piel. Qué suplicio este que me estás haciendo vivir. Mi alma resquebrajada y tú, sin ningún cuidado. Un resquemor que me aplaude que soy un juguete más pero un ardor mayor lo apaga y me deja sin sentido. Mis pensamientos no tienen ni principio ni fin. Se suceden sin orden ni premisa.
Mi carmín ya no es mío. Todo el que me quedaba se ha quedado en el cuello de tu camisa.
Yo tu musa y tú mi poeta, girando entre los versos. Creando sonetos.

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