sábado, 20 de julio de 2013

Viuda negra.

Extraña falta de aire que siento en mi pecho. Es una mezcla entre olvido, decepción y algo de pérdida. 
Extraña falta de aire que siento en mis pulmones, que me ahoga, y me hace gritar con las manos por un poco de oxígeno.
Esta viuda negra ve más de lo que piensan y escucha más de lo que creen. Siempre detrás de un velo de rejilla, ocultando la mirada a aquellos que tienen el juego como ruleta central de su vida. 
Caricias sin dueño que se estancan en mis manos junto a las huellas de unos pecados que delinean mis labios. 
Sentada en la penumbra, con música de fondo y una botella de vodka que está pegada a mis dedos. Pienso, y me aseguro con cada sorbo, que esta botella tiene entre sus grados más verdades que aquellas palabras que salieron de tu boca. 
Pasa el tiempo y aquí sigo sentada. Como guardaespaldas la luna y como entretenimiento las estrellas. No sé qué espero de ti, pero de mi espero un guión mucho más negro del que estoy escribiendo. 
Cansada de estar sentada mirando la vida tras un vaso medio vacío. Lo tiro a un rincón sin miedo de que los cristales puedan hacerme algún daño.
No pienso, sólo ando. Y mis tacones, nada cómodos pero estéticos, caminan por encima de los pequeños cristales esparcidos por el suelo. No me importa que se incrusten en mis suelas, sigo maravillada con la sinfonía que hacen al romperse. La luz de su música deslumbra mis ojos y enloquece mis sentidos. Me llaman para bailar un tango sin pareja sobre ellos. 
No pienso, sólo bailo. Y los acordes de la música que me lleva, me revela secretos que invitan a salir de aquí y entrar en un juego que antes me había desbancado. 
La puerta me espera, pero antes miro mi reflejo en el espejo para colocar la rejilla que cubrirá mi mirada.

martes, 9 de julio de 2013

Mi pelo rizado entre tus dedos y mis manos en tu espalda.

Con mis manos sigo el rastro de las tuyas. Pido cada mañana el roce de tu espalda y la jaula de tus brazos, la locura de tus labios y el fuego de tus caricias. Que juntos suspiremos al anochecer y que las estrellas sean nuestro único refugio. Pido cura para esta locura transitoria que me está matando.
El deseo de tu piel me ahoga y el brillo de tus ojos me ciega. Mariposas que se mueven demasiado rápido para mi estómago.
Momento eterno en el que pensé que éramos dos, yo en tu cuerpo y tú en el mío.
Segundo en el que me descubriste que eras mi jaque-mate. Mañana en la que vi que el café era doble para sobrellevar la noche y que mis sábanas eran un mar incontrolable lleno de tempestades. Nosotros éramos los pasajeros de un Titanic que no conocía otro destino que el fondo de su mar. Tocar fondo para coger impulso y alcanzar una aurora boreal de extraños colores.
Me dijeron que tuviera cuidado con la caída pero yo estaba tan entretenida con tus lunares que no les quise hacer caso. Realmente no me preocupa, sé que me has cosido unas alas suficientemente grandes como para que me pueda sostener el tiempo necesario para que la caída no sea dolorosa.
Princesa de un cuento perteneciente al mundo de la Bella Durmiente. Miedo al despertar por si todo es diferente. Prefiero vivir en la noche con sus muchos peligros excitantes. Ser una especie de vampiro que se refugia en tu cuello. Prefiero vivir entre cosquillas y risas provocadas por tus dedos.

jueves, 4 de julio de 2013

He llegado a alcanzar el cielo con la punta de los dedos, ahora no me lo quites.

Y tú respiración en mi oreja mientras yo tengo mi mano enredada en tu espalda, esa que siento tan mía. Mi suspiro junto a la luna y tus labios en mi cuello. Mis ojos eran fuego y tu pecho el agua que lo calmaba. Qué cruel y enrevesadamente bonito era aquello que me hacía perder toda sombra de cordura.
Siento miedo del recuerdo, fiel enemigo que me acompaña allá donde vaya, que trae a mi memoria las marcas en mi piel, el olor de tu camisa y el sonido de tu risa.
¿En qué clase de droga te has convertido que sólo tengo sed de respirarte? Eres como esa heroína que claman mis venas y que me mueve por dentro.
Cigarro consumido que descansa en el cenicero. Quieta, mirando como su humo te envuelve. No sabemos parar, no podemos parar.
Insatisfechos era la palabra que nos describía. Avariciosa era la que yo tenia escrita en la piel. Qué suplicio este que me estás haciendo vivir. Mi alma resquebrajada y tú, sin ningún cuidado. Un resquemor que me aplaude que soy un juguete más pero un ardor mayor lo apaga y me deja sin sentido. Mis pensamientos no tienen ni principio ni fin. Se suceden sin orden ni premisa.
Mi carmín ya no es mío. Todo el que me quedaba se ha quedado en el cuello de tu camisa.
Yo tu musa y tú mi poeta, girando entre los versos. Creando sonetos.