Y que el cigarro se consuma, sólo en el cenicero, sin el beso de tus labios y el calor de tu aliento.
Pero hace frío, y no encuentro cobijo entre tantas fotos y recuerdos ahogados, o rebajados, con la botella de whisky que guardamos para ocasiones especiales, como la de tu huída.
¡Hay qué ver cómo es el destino! Que se empeña en que juguemos. Y nos hagamos daño. Y nos encontremos entre lo que parecen ser sueños, o pesadillas.
Siempre me enamoraba las noches de Luna llena, y tú parecías saberlo, olerlo. Aullarlo.
En nuestra última noche, lloré. Y tú secabas mis ojos con el humo amargo de la despedida. Los dos lo sabíamos, pero tú estabas convencido. Tan convencido, que cuando desperté lo único que vi a mi lado fue un rayo de Luna, no tu cintura ni la calidez del sol.
Aquella noche, la Luna me confesó que estaba llena de tus promesas incumplidas.