miércoles, 29 de agosto de 2012

Día 32 del mes de Mayo del año 1950

Sentado en mi sillón, fumando pipa y apestando el despacho a whisky con hielo esperaba noticias, buenas o malas, sobre el hecho que estaba investigando. Todo parecía del revés, los buenos, malos y los malos, buenos. Los hechos eran muy simples para una situación tan complicada. Lo que estaba claro era que el causante de todo eso no se iba a salir con la suya, así tuviera que dejarme los pocos pelos canosos que me quedaban bajo el sombrero de ala.

Llevaba ya dos noches durmiendo en aquel sofá incómodo y lleno de muelles saltados, que arropaba mi mesa de trabajo y los cuatro archivadores que tenía. Dos noches… Algo me decía, que esas dos noches sólo eran el principio de una larga jornada de noches en vela repasando una y otra vez, aquellos dichosos papeles que no dejaban hueco en mi escritorio ni para mi tan desgastado y viejo vaso de whisky. 

Llevaba demasiado tiempo con el caso pero nunca se me iba a olvidar el día en el que me ofrecieron trabajar en el. Recuerdo perfectamente que era un típico día otoñal, estaba llegando al final de la escalera cuando la vi al final del pasillo frente a la puerta de mi despacho. Una chica de unos dieciséis años pero un poco más alta de lo que le correspondía para su edad, con una larga melena roja y rizada y unos ojos azules brillantes que se veían grandes y redondos desde la otra punta del pasillo. Menuda y aferrada a una carpeta gastada y llena de papeles, daba paseos repetida y nerviosamente frente a mi puerta. La verdad, no era ni hora ni lugar para que una chica así estuviera por allí rondando. 

-Buenos días señor... ¿Peter Steel? -Dijo la chica.

-Buenos días señorita, ¿no es usted muy joven para rondar por aquí a estas tempranas horas?

-La verdad es que llevo aquí toda la noche, creía que usted trabajaba también por la noche o por lo menos eso es lo que pone en este anuncio- empezó a decir con el típico tono que utiliza una madre reivindicando la atención de su hijo.

-Pues sí, eso ponía en ese anuncio, pero si se fija usted, señorita- dije con retintín- ese anuncio es de hace unos años y, sinceramente, cuando publiqué ese anuncio mi joven yo todavía podía aguantar noches en vela y horarios desenfrenados, pero uno ya tiene una edad y una espalda que no puede dormir en cualquier lado, ahora si me permite tengo mucho trabajo que hacer. Toma unos caramelos y vete a jugar por ahí, niñita.

Esa chica me había sacado de mis casillas, en que derecho se encontraba una niña tonta a venir a decirme a mi cuándo debo trabajar. Pero ni aún dándole los caramelos la muchacha se iba, seguía allí, mirándome con esos preciosos ojos que me recordaban demasiado a algo que mi vieja memoria ya no lograba a alcanzar. 

-Perdone señor, le agradezco los caramelos, sé que tiene que trabajar pero de eso mismo vengo yo a hablar, de trabajo. Necesito que me ayuden a encontrar al hombre que mató a mi madre y sólo puede hacerlo usted.

Esto se empezaba a poner interesante, una muchacha joven venía a contratar mis servicios.

-Soy un detective privado, no la policía cariño, si se trata de un asesinato dirígete unas calles más abajo y encontrarás la comisaría de policía- ¿pero que estaba haciendo? ¿Desde cuándo le daba yo trabajo a la policía? Definitivamente la edad me estaba haciendo estragos.

-Ya le he dicho que sólo usted me puede ayudar, esta carta que mi madre me envió me explica que sólo puedo confiarle este caso a usted- sus ojos se estaban empezando a poner demasiado brillantes y su delicada voz empezaba a temblar, claros síntomas de que la chica lo estaba pasando mal y que estaba a punto de echarse a llorar- por favor, ayúdeme.

-Pero, ¿no me acabas de decir que tú madre estaba muerta?

-Eso creía yo hasta que me llegó esta carta acompañada de esto, algo que mi madre quería que le diera para demostrarle que necesitaba su ayuda. Bueno, que necesitamos su ayuda, mi madre y yo.

Diciendo eso, la frágil chica levantó su mano y me entregó un paquete. Cuando lo abrí, nunca pensé que me podría encontrar eso. Nunca pensé que volvería a ver aquel colgante de oro gemelo al que yo llevaba puesto. Nunca pensé que alguna vez volvería a saber de Alexandra, que por lo que parecía era la madre muerta o no muerta de aquella chiquilla.




Somebody that I used to know



Lo sé, este chico es simplemente perfecto. Creo que me acabo de enamorar.

lunes, 27 de agosto de 2012

16.

             -No creo en el amor a primera vista. Ése sólo ocurre en las películas.

             +Pues no vivamos en la vida real, hagamos tú y yo nuestra propia película.

lunes, 20 de agosto de 2012

Sin título.

Es increíble la capacidad que tenemos los seres humanos para tergiversar las cosas, es increíble como somos capaces de darle tan cantidad de vueltas a las palabras que al final pierden el significado inicial y acaban con otro completamente distinto al que queríamos en un principio. Las cosas hay que decirlas claras, sin rodeos y directos al grano.