domingo, 30 de noviembre de 2014

Black as night.

Esta noche ha entrado el frío por el quicio de la ventana, ha venido a visitarme después de tantas noches secas con falta de palabras. Viene acompañado de la desesperanza, empujado por la desesperación y amenazado por el dolor. Vaya trío de ases vienen a por mi esta noche dura.
Quieren sacarme de la cama pero tus esposas siguen firmes y luchan con titanes que se apoderan de mis sábanas.
Déjame ir con ellos, prometo volver pronto. Sólo quieren bailar un par de canciones, sólo quieren acunarme y envolverme en un manto negro.
Mis muñecas no pueden resistir más esta fuerza desmedida, el dolor no me deja ni sentir y he llegado a ese punto que me aterra en el que confundo la realidad con la fantasía. ¿Se han desprendido mis manos o simplemente es otra pesadilla más? ¿Se me ha resquebrajado el pecho o son las cosquillas de la pluma que me duelen? ¿Se han abierto mis costillas o son las caricias, que ahora queman?
Qué grande es la ignorancia, qué fuerte pega el egoísmo y qué pequeña se ve desde aquí la meta que nos habíamos propuesto.
Creía que en este tipo de carreras se miraba siempre hacia delante, pero tengo la sensación de que no hago otra cosa que caminar de espaldas, de vuelta al punto de partida.
Qué tan merecido nos tenemos este regreso al pasado doloroso, qué tan poco se nos quiere en el mundo para que no podamos ser felices. Qué tan negra es la soledad y qué tan apetitosas las ganas de escapar de aquí. 
Se me acumulan las ganas de querernos como antes, sin medida, sin control, sin regaños ni cuchillos. Tengo dormidas las ganas de menos pero, de un lunar a otro, todo te sabe a poco. 
Todo me sale mal.
Y ya no sé qué arañarme ahora, ninguna herida cutánea escuece tanto como esta. 
Ya no sé ser la que era.
Ya no soy, y quizás sea mejor así. 



Yo sólo pretendía ser lo mejor para ti pero creo que he demostrado que no soy mejor para nadie.

No soy mejor ni para mí.