jueves, 2 de mayo de 2013

Una última vez que te digo adiós.

Lunes 21 de febrero:

Hoy he roto la única carta que nos unía, aquella que me escribiste y a la que yo he respondido como unas cuarenta veces. Hoy ha llegado el día en el que me he dado cuenta que perdí mi tiempo escribiendo líneas, que perdí mi esperanza de tanto malgastarla inútilmente esperando a que me contestaras. Hoy me pregunto una vez más, el por qué no me contestas a estas sentidas palabras y me respondo a ciegas creyendo que has encontrado a alguien más, que has olvidado la parte de tu corazón que dejaste aquí conmigo o que has cambiado de dirección sin decírmelo. Me quiero agarrar a la última respuesta sin saber si es la correcta,
aunque algo en mi me dice que de nuevo me equivoco.

He decidido quemar este confeti que tengo entre manos, quiero eliminar toda presencia tuya de mi vida. Me he cansado de esperar, de amar y de el dolor que me provocas. No sé lo que signifiqué yo para ti en tu vida, pero tú para mi fuiste algo más que un juego. Fuiste un amor pasional que me abrasa los labios cada vez que lo recuerdo. Pero tu ausencia y la falta de una nueva palabra de tu boca me dicen que no pensamos igual. Me gritan que fui el único que sintió ese fuego, esas alas que después me han cortado. Quién lo iba a decir, fuiste mi condena y mi verdugo. Un doble papel para tu doble moral. 

Qué hipócrita fui al pensar que las palabras de tu carta eran tan ciertas como la añoranza que habías dejado sentada a mi lado en el sofá. Qué iluso fui al creer que volverías a mi lado, que volverías a ocupar el otro lado de la cama y que dejarías que otra vez hiciera el desayuno para ti, que te hiciera reír y que me arañaras toda la espalda. Maldigo aquella obsesión tuya por hacerme perder la cabeza. Maldigo esta manía tuya de pasearte por mi mente constantemente. 

He llegado a la conclusión, tras muchos golpes contra la pared, que es mejor que termine mi obsesión por ti. Que entierre este amor que me inunda y que me haga compañero de la soledad, verdadera amiga que nunca abandona. Has quedado en mi pasado desde este momento, sólo eres una sombra más de las muchas que nublan mis pensamientos y adormecen mis sentidos. 

Ahora, te pido un favor que seguro cumples. No me contestes a esta última carta, no rompas mi fuerza de voluntad que tanto me ha costado reunir. Temía pedírtelo por si haces caso omiso a mi ruego, pero tengo la certeza de que otra vez esto será un monólogo que junto a las lágrimas que emborronan algunas de estas palabras, caerá en el olvido. Caerá en el cajón de algún cartero curioso que cansado de que le devuelvan esta carta, como todas las demás, terminará leyéndola movido por la curiosidad. Así que, querido cartero curioso, si estás leyendo esto, ya sabes lo que sentí alguna vez por una mujer fría y despiadada que no tuvo en cuenta que mi corazón caliente latía por y para ella. Y si en cambio, eres tú, el amor de mi vida la que esta leyendo esto, quémala, rómpela como hice yo con la tuya ya que, aunque no ha sido la primera, sí va a ser la última. 

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