jueves, 24 de julio de 2014

Pena de muerte, condenada a ti.

Ten cuidado al sacar el cuchillo, vaya a ser que me desangre. Que te culpes por mi muerte o que te acuse de que duele.
No te preocupes si lloro. En realidad he sido yo la que ha decidido que lo haga.
Que amargue.
Que escueza.
Es normal que tiemble, ya no sé cómo calmar las palabras de mi garganta. Ya no sé cómo hacer para que no arañen.
Pero no te culpo, porque dicen que "el asesino siempre vuelve al lugar del crimen"  y me siento orgullosa de ser lugar y de llamarme crimen. De ser silueta y tú cuchillo.
Prefiero pensarlo así:
                                no hay mejor lugar para morir que sus brazos.
                                no hay mejor pozo en el que ahogarse que sus ojos.

Olvidarme, oliendo a algodón de azúcar salpimentado con ácido.
Descansar, sobre sus rodillas, mientras termina de arrancar mis labios.

Morderme lo que queda de ellos con la esperanza de que así pasen los días más rápido. Clavarme las ganas para parar el tiempo sobre tu cuerpo.
Ser avión para aterrizar en tu espalda, accidentarme en tu nuca para coger el salvavidas de tu boca.
Morirme de ti
                     y por ti.

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