lunes, 7 de marzo de 2016

Mil caras y una cicatriz.

La chica de las mil caras y los reflejos rotos está cansada de mirarse en la cara oculta de la luna. La chica de las mil caras tiene las pasiones frías y los pies calientes de correr en la dirección desastre, de cabeza al huracán de tus ojos.

La chica de las mil caras y las mil huellas labiales, que le han desgastado la piel a base de cicatrices encontradas. La chica de las mil caras sufre de infartos emocionales y cólicos mentales.

La chica de las mil caras se mece en una esquina, con ojos de niña y antojos de puta; supura recuerdos por cada vértebra, recuerda caricias en blanco y negro y jura ante un cigarro que mañana deja el humo.

Ha escrito una pancarta donde grita que está en huelga, abstemia de polvos estelares y mentes lo suficientemente inteligentes como para regalarle una corona. No quiere ser reina, quiere ser asesina: matar las ganas y las penas.

Sale todas las noches hasta que se le hace pronto y termina en una cama que ni de lejos le ofrece todo el calor que necesita. Repite la estrategia, le gana a la locura. Carrera sin meta, ni salida.

Experta en la mentira, deshace su vestido. Debajo, lencería cara que no tapa sus complejos.

Hila susurros para no olvidar sus dramas, tacha decepciones en el libro negro de la amargura. Sobredosis de durezas y falta de creencias. Deshoja un calendario porque las flores le vienen grandes. Se duerme acurrucada junto a la memoria, que es la única que nunca le falla.

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